Constanza Sánchez, coordinadora del área de Leyes, Políticas y Derechos Humanos de Iceers: “Los mercados ilegales están muy conectados con los legales”
Extraído del número #215 de la revista Cáñamo
Es quizás la primera vez que se concede el Premio Reina Sofía contra las Drogas a una persona que declara que el régimen de control de drogas no funciona. Constanza Sánchez –coordinadora del área de Leyes, Políticas y Derechos Humanos de Iceers– acaba de recibirlo en la modalidad de investigación y ensayo. En su tesis doctoral aporta herramientas para una posible transformación del régimen prohibicionista. Esta politóloga discreta y humilde nos ha contado su visión sobre la política actual de drogas.
Te acaban de conceder el Premio Reina Sofía a la investigación sobre drogas, ¿cómo te sientes?
Sorprendida. Desde luego, no me lo esperaba. Obviamente te presentas porque piensas que tienes alguna posibilidad, pero me sorprendió porque, tradicionalmente, se ha concedido a personas que realizan investigaciones o bien de tipo epidemiológico o bien más de tipo médico. Me alegró que, habiendo realizado un trabajo crítico con las políticas actualmente vigentes, se concediera un reconocimiento que en cierta manera proviene del establishment. Reconocimiento que, además, creo que puede extenderse a quienes trabajamos por unas políticas de drogas más humanas y más basadas en evidencias. Me gusta interpretarlo como un síntoma más de que algo está cambiando en los círculos de poder. Pero quién sabe…
¿Cómo funcionan los mercados informales de drogas?
Esta es una pregunta difícil de contestar en pocas líneas. Pero, en términos generales, los mercados ilícitos (no solo de drogas) funcionan como los lícitos, en el sentido de que son el resultado de las dinámicas de oferta y demanda. El caso de las drogas es muy particular, porque se trata de sustancias altamente demandadas (según la UNODC, consume sustancias controladas alrededor de un 5% de la población mundial) pero que están prohibidas no solo en algunas sino en la práctica totalidad de jurisdicciones del mundo. La ilegalidad genera numerosas disfunciones, pero los mercados de drogas son en general bastante ordenados: los grupos que los controlan están altamente profesionalizados y tanto los mecanismos de producción como las rutas de distribución están cuidadosamente elegidos y fluctúan rápidamente en respuesta a la interceptación por parte de las autoridades. Por supuesto, la competencia y los desacuerdos entre quienes “ofrecen” estos productos no se salda con contratos y acuerdos entre sus abogados, sino con la violencia. No obstante, no tiene demasiado sentido hablar de mercados de drogas en general, porque cada sustancia genera dinámicas muy diferentes.

¿Nos puedes dar algún ejemplo de estas diferencias?
En el caso de la cocaína y de la heroína, que son producidas en muy pocos países del mundo, y consumidas lejos de los lugares de cultivo y procesamiento, el tráfico internacional desempeña un papel fundamental y son necesarios muchísimos intermediarios: traficantes pero también grupos armados, talibanes, funcionarios, policías, militares… para cruzar las diferentes fronteras hasta llegar a los distribuidores minoristas, generalmente cerca del consumidor final. El caso de la cocaína es el que conozco un poco mejor: el camino que debe recorrer la sustancia en sus diferentes niveles de procesamiento va
desde el campo de cultivo de hoja de coca en Perú, Bolivia o Colombia, hasta ser convertida en pasta base y clorhidrato de cocaína, normalmente, en laboratorios clandestinos colombianos, y después hacia el mercado estadounidense y europeo por diferentes rutas, que también cambian en función de las actividades de vigilancia y aprehensión. Por ejemplo, en los años ochenta, la cocaína entraba a Estados Unidos sobre todo por Florida (son los años que reflejan la serie Corrupción en Miami y la película El precio del poder). Pero la represión de estas rutas hizo que otras se abrieran, por ejemplo, a través del corredor centroamericano y por vía terrestre a través de México. El mercado de cannabis es diferente, porque el autoabastecimiento ejerce un papel importante y, en general, aunque una persona que consume no cultive su propio cannabis, consume aquel que se ha producido cerca de donde reside, en su propia región. Sobre este tema hay muchos lectores de esta revista que saben mucho más que yo.
Pero hay algo que creo que es importante no perder de vista: los mercados ilegales están muy conectados con los legales. Las mismas personas y organizaciones operan en ambos, especialmente bajo la función conectora que brinda el sistema financiero internacional, que sin ningún tipo de control ni transparencia está al servicio de quien quiera y pueda utilizarlo, sea con fines legales o ilegales.
¿Qué relación hay entre prohibición de drogas y violencia?
Que las drogas estén prohibidas es algo que ha desplazado a consumidores, productores, distribuidores… a la clandestinidad, y que ha hecho que el contacto entre unos y otros tenga que darse en contextos y bajo dinámicas en los que la violencia es frecuente. Esto es algo bien conocido. Sin embargo, creo que la mera existencia de mercados de drogas no desemboca inevitablemente en violencia. La violencia es producto de múltiples causas sociales, históricas y políticas que concurren en un contexto y que los mercados de drogas pueden acentuar, pero que en general no son la causa principal. Quizá la experiencia de México pueda ilustrar lo que quiero decir: las drogas han transitado por el territorio mexicano desde los años treinta, y hasta mediados de la década de los 2000 este tráfico se conducía de una manera no violenta, o al menos en un grado mucho menor que el actual. Es cierto que la cantidad de drogas que se mueven y el número de cárteles es también muy superior, pero también sugiere que otros factores tengan que ser considerados, como las desigualdades sociales, las deficiencias del sistema de justicia, los niveles de impunidad o la tolerancia de la propia sociedad hacia la violencia como mecanismo de resolución de disputas sociales, familiares o políticas. Un criminólogo canadiense, Thomas Naylor, resumió muy bien esta idea diciendo: “Las sociedades violentas producirán criminales violentos y fuerzas militares y policiales también violentas”. También está muy relacionado con las políticas de las autoridades: si para contener la violencia de los mercados lo que ocurre efectivamente es que las rutas cambian y se diversifican, entonces la violencia solo se está trasladando de unas regiones a otras, siempre hacia los lugares donde las estructuras estatales son más frágiles. La prohibición hace que la violencia se ensañe especialmente con los eslabones más débiles de la cadena: los campesinos de cultivos ilícitos, por un lado, y los consumidores y traficantes a pequeña escala de los estratos sociales más desfavorecidos, por otro. Los mismos que acaban yendo a prisión. Las consecuencias de las drogas dependen del contexto, no de si las propias sustancias están presentes o no: porque lo están en La Moraleja y lo están en las Barranquillas, pero el impacto no tiene nada que ver en un sitio y el otro.
¿No es contradictorio que países con políticas estatales represivas como México o Colombia aboguen por políticas más tolerantes en el ámbito internacional?
ación de la ley, control de fronteras, personas en las cárceles por delitos menores… No tienen capacidad de seguir financiando el prohibicionismo. Y como este es fruto de decisiones políticas, se pueden revisar y cambiar. Pero contradictorio es, desde luego. De hecho, pocas son las decisiones en materia de drogas que se toman desde la razón.

¿Qué perspectivas se abren con UNGASS 2016?
Creo que es un paso más hacia el cambio de un mundo prohibicionista a otro no prohibicionista. Cada vez más países están a favor, pero todavía son muchos los que no lo ven claro, sobre todo Rusia, que está cogiendo el relevo a Estados Unidos en este sentido, y los países exsoviéticos, aunque también otros como Japón, e incluso democracias consolidadas como Suecia. En la última UNGASS, que fue en 1998, el lema fue “Un mundo libre de drogas. Podemos conseguirlo”, y se propuso eliminar las drogas de la faz de la tierra. En el 2016 muchos países irán con el convencimiento de que eso no es posible, y que además esa idea solo está entorpeciendo la gestión de problemáticas relacionadas con las drogas. Hay alternativas sobre la mesa, y no solo ideas, también realidades, que ya están sucediendo en Uruguay, Colorado…
Eres mujer y joven, ¿te consideras valorada en el mundillo de los drogólogos?
Bueno, soy más joven que muchas personas del mundillo, pero ya también voy siendo más veterana que muchas otras… Y sí, la verdad es que me siento valorada y he tenido la oportunidad de trabajar de lleno en el tema en España tras mucho tiempo fuera gracias a mis compañeros de Iceers. Pero te voy a contar algo. He trabajado bastante sobre y en América Latina, en temas de seguridad, una región muy patriarcal en un campo donde hay muy pocas mujeres. Pero, aunque tiene muchas desventajas, es posible darle la vuelta en tu propio beneficio: te da acceso a muchas cosas simplemente porque te consideran “inofensiva”. Obviamente, es una consecuencia buena de un sistema que considero injusto y desigual. Así que tampoco es tan bueno, pero como investigadora me ha servido.
Origen: Revista Cáñamo